Puntillo del Sol, donde la costa de La Matanza de Acentejo emerge entre acantilados y brumas atlánticas, permanece desde hace años el esqueleto inconcluso de un antiguo conjunto de alojamientos turísticos. Su estructura de hormigón, detenida en el tiempo, se alza como un vestigio moderno: una ruina prematura que nunca llegó a habitarse, un vacío cargado de posibilidades.
El proyecto propone releer esta estructura abandonada no como residuo urbano, sino como infraestructura latente. Un soporte capaz de acoger nuevas formas de habitar y trabajar, acordes a las dinámicas contemporáneas de movilidad, creatividad y atomización del espacio personal. Frente a la rigidez del esqueleto original, surge la estrategia de insertar cápsulas habitables, ligeras y precisas, que se incrustan en los huecos de la estructura existente como organismos que reconquistan un cuerpo detenido.
Estas cápsulas —modulares, reversibles y autónomas— alternan usos coworking y residenciales, diluyendo la frontera entre vida y producción, entre permanencia y temporalidad. Cada unidad se concibe como una microarquitectura autosuficiente, conectada pero independiente, capaz de coexistir con otras en un ecosistema común. Su disposición aprovecha la geometría original del proyecto fallido, pero sin replicar su lógica; en cambio, se superpone una nueva narrativa que articula patios espontáneos, corredores elevados y espacios compartidos que miran hacia la línea infinita del mar.
Más que reconstruir, el proyecto reprograma. Más que ocupar, habilita. Donde antes hubo un fracaso constructivo, aparece ahora un sistema abierto, escalable y experimental que convierte el abandono en oportunidad y la estructura inerte en plataforma para nuevas formas de crear comunidad.